Reseña del libro "Todas Esas Muertes"
Entre agosto de 1946 y enero de 1947, en 135 entregas y bajo el seudónimo de Paul Bauchamp, Carlos Droguett publica en el periódico Extra el folletín Dubois, artista del crimen, que se transformará, años más tarde, luego de una cuidada y compleja reelaboración, en Todas esas muertes, novela que, galardonada con el Premio Alfaguara 1971, apareció ese mismo año en Madrid.
Esta es su primera edición chilena.
La obra se centra en la historia de un asesino, tal como sucede con El hombre que había olvidado (1968), obra con la que, por lo demás, comparte varias características, en particular el de la presencia del motivo de la muerte redentora. Pero aquí no estamos en presencia de un personaje inasible y misterioso como lo es ese hombre “que había olvidado”, sino ante la evocación literaria de un individuo de carne y hueso, el francés Louis-Amédée Brihier Lacroix, más conocido como Émile Dubois, cuyas acciones criminales causaron conmoción en el Chile de comienzos del siglo veinte, y que fuera sentenciado a la pena capital en Valparaíso en 1907.
Apasionada y dramática, densa y perturbadora, esta novela se revela como un paradigma de los alcances de la paradoja contenida en la expresión que afirma que la muerte da vida; imaginariamente, porque se entiende que a partir de esa instancia se adquiere consciencia del valor de la existencia; materialmente, y en el plano textual, porque se constata que son esas muertes las que han permitido la escritura de esta significativa creación, y también de muchas de las demás notables e inolvidables narraciones de Carlos Droguett.